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En el verano de 2019 Andrea estaba en Roma, en un
festival de cómic que sucede en un antiguo fuerte militar habitado por okupas y que ella define como un espacio para la reivindicación de una forma de vida. Desde allí hizo su residencia: realizó un fanzine al día durante quince días y una serie de videos de menos de un minuto en los que se veían sus manos pasando las hojas con tinta negra.
Cada pieza era una reflexión cómica, cínica, sarcástica, crítica, autocrítica, con pequeñas lecciones pedagógicas sobre el feminismo, la autogestión, el anticapitalismo, la convivencia y la resistencia; en conjunto eran una serie de comentarios, recordatorios y llamados de atención sobre el sistema: las violencias sutiles, los lugares de enunciación, lo que se dice y lo que no se dice, y la posición de quien lo dice, e incluía pensamientos sobre su alrededor y la presión que trae consigo esta performance de ser mujer.